La lana de Cachemira, también conocida como “el vellón dorado” o “la hebra del rey” se consigue de un tipo de cabra en particular (nombre científico: Cabra Hircus Blythi) que se encuentra comúnmente en las tierras altas de Asia, especialmente en Mongolia, China, Tíbet y Afganistán. En estas zonas, los amplios cambios de temperatura entre la noche y el día favorecen que la lana interna crezca, también conocida como pelusa. Este precioso regalo de la madre naturaleza ha dado a ésta criatura un rotundo don para termoregularse y por ello protegerse de un amplio rango de fluctuaciones de temperaturas. Esta es la principal fuente de ésta noble fibra que es conocida mundialmente como la cachemira.

Propiedades de la cachemira

Suavidad

La suavidad y la finura de la lana de cachemira no pueden dejar de recalcarse ya que posee una única textura que se traduce en una suavidad y una cómoda sensación sobre la piel. Una prueba le convencerá.

Elasticidad

Las fibras de Cachemira poseen una única y natural elasticidad que hace que sea fácil para las fibras regresar a su forma original cuando se tensan. Esta calidad da a la lana de cachemira una naturaleza robusta.

Regulación Térmica

La lana de cachemira posee una excelente regulación de la temperatura que permite perfectamente mantener la temperatura corporal ante cualquier climatología. Se trata de una característica que le ha otorgado un lugar especial en el corazón de los productores y de los consumidores.

Transpirabilidad

La capacidad de este material para absorber vapor de agua, como por ejemplo el sudor, hace de él un candidato idóneo cuando hablamos de tejidos transpirables. Lleve este material directamente sobre su piel durante cualquier periodo de tiempo y luego quitárselo y seguirá teniendo su piel fresca y suave como si nunca lo hubiera llevado puesto.

Pulcritud

La natural distribución electroestática de la lana de cachemira le da la capacidad de prevenir la atracción del polvo, dejando el tejido limpio y pulcro todo el tiempo.

La fabricación de la cachemira

Los procesos de transformación implicados en la fabricación de tejidos son habitualmente muy delicados y son fundamentalmente hechos a mano. Los procesos incluyen la cosecha, selección, limpieza, hilado y tejido. La cosecha de la lana comienza habitualmente entre Mayo y el principio del verano. Este es el periodo en que la muda tiene lugar en la lana interna. Ésta práctica es una tradición que se remonta a más de mil años. Requiere manos habilidosas para recolectar la pelusa del vellón de la cabra sin dañarlo ni herir a los animales. Esta operación se realiza normalmente sólo dos veces con 3 o 4 semanas de intervalo. Esta práctica permite recolectar de 200 a 500 gramos de pelusa que se reduce a la mitad tras transformarse en un hilo. Tras la transformación se seleccionan las partes más finas de las fibras. Todo ello se realiza a mano para separar las fibras más grandes de las impurezas. Tras ello, los tejidos siguen un ciclo de lavado e hilado hasta que se obtengan fibras perfectamente homogéneas. De media se obtiene 200 gramos de pelusa de una cabra china al final de la cadena de producción (menos que un único suéter). Todo ello, unido a las largas distancias para entregar las fibras, explica el alto precio de este material de tan alta calidad.